Escribir sobre
lo que significa un Mundial es realmente difícil. Quieres decir mil cosas y no
te sale ninguna. Que cada uno piense en el mayor vicio que tenga. Ahora, que se
imagine que le van a regalar ese vicio, a todas horas, durante un mes entero.
Cada uno que lo describa de la forma que mejor se sienta representado.
Lo que sí queda
claro es que es una fiesta. Una celebración que tiene lugar cada cuatro años y
que acapara toda la atención mundial durante treinta días. Personas de todas
las edades, de todos los lugares, da igual la condición, se reúnen para ver un
espectáculo únicamente comparable con los Juegos Olímpicos. Todos, con la misma
ilusión que se tiene desde niño: el sueño de ver ganar un Mundial a tu
selección.
Hay una cosa que
tiene este tipo de acontecimientos que me gusta mucho. Y es la forma que tienen
de atraer la atención de la gente que normalmente no es muy futbolera, pero que
al llegar estas fechas se siente atrapado como uno más por la magia que encierra
la mayor competición deportiva del mundo (de nuevo sin olvidar los Juegos).
Para los que
somos futboleros este es el regalo más grande que nadie nos podrá hacer nunca. Es el
sueño para el que vivimos cada cuatro años. Es la depresión que comienza el
primer minuto después de la final porque la fiesta se ha acabado. Pero también
es el entusiasmo desmedido y la ansiedad de los días previos a que ruede el
balón.
Desde que se
realiza el sorteo muchos meses antes, ya estamos mirando el calendario y deseando que llegue el
partido de inauguración aunque sea un Argelia-Honduras. Estudiamos a conciencia
los cruces. Empezamos a elucubrar, ay cómo nos gusta elucubrar con los cruces.
Cómo no, vamos
decidiendo cuáles serán nuestras revelaciones en función de lo poco que
sabemos, porque no hemos visto ni un solo partido de clasificación de Colombia,
pero de repente nos encontramos convencidos de que los cafeteros van a dar el
golpe. Porque esa es otra, al llegar el Mundial nos aprendemos los apodos de
todas y cada una de las selecciones y nos hacemos los entendidos llamándolas de
esa forma.
El remate final
llega en las proximidades del Día D. Una semana antes suelen salir las guías
del Mundial de los principales diarios deportivos. En ellas aparecen análisis
pormenorizados de cada equipo, de cada jugador y la táctica de cada
seleccionador. Una vez que nos hemos hecho con ella, nos dedicamos a estudiarla
a fondo para tener todo aprendido antes de que eche a rodar el balón. Es una
obligación.
Durante el
tiempo que dura el torneo, hay muchos partidos clásicos, como puede ser un
Inglaterra-Italia o un Brasil-Alemania, de esos que pocos se quieren perder. Y
después están los que más nos hacen disfrutar a algunos locos. Aquellos que nos
producen un regocijo altamente difícil de comprender para muchos. Se trata de
los Irán-Nigeria, Japón-Grecia o Argelia-Corea.
Hasta ahora,
nadie a lo largo de la Historia ha conseguido descifrar las razones que nos
conducen a algunos a disfrutar de un Irán-Nigeria, y es más, a tomar partido
como si nos fuese la vida en ello por cualquiera de los dos contrincantes. Es
un misterio que sucede cada cuatro años y al que nadie ha logrado, ni logrará,
encontrarle explicación.
Mañana da
comienzo nuestra fiesta preferida. Por la que esperamos cada cuatro años. La
que nos hace volver a sentirnos como niños. Si eres amante del fútbol,
bienvenido al paraíso durante un mes. Si no lo eres, estás a tiempo de unirte.
No te arrepentirás. El espectáculo está a punto de empezar. No se levanten de
sus asientos hasta que haya terminado la función. Disfruten y emociónense.
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