Una vez más, como tantas veces en la vida y en el fútbol, ha
vuelto a ocurrir lo inesperado. El Barcelona ha dilapidado toda su ventaja
respecto a sus competidores, el Atlético de Madrid y el Real Madrid. Tras su
derrota de ayer frente al Valencia, el líder está ahora igualado a puntos con
el segundo y sólo le saca un punto al tercero.
Lo que les ha ocurrido al Atleti y al Madrid me ha recordado
a esas noches de las que ya no esperas absolutamente nada y de repente ocurre
algo que te hace revivir. Una mirada de la chica a la que querías pedir
matrimonio nada más entrar en el bar y que te había estado ignorado vilmente
durante toda la noche, un peligroso chupito al que te invita tu amigo en el
primer momento de exaltación de la amistad de la noche, una canción que
llevabas esperando desde hace horas y que no contabas con escuchar ya antes de
retirarte. Son gestos, detalles. A partir de ahí remontas y eres tú el que paga
el segundo chupito de exaltación de la amistad. Algo ha ocurrido, y te ha
salvado la noche.
Hace un mes, la Liga estaba perdida para el Madrid y el
Atleti. Era la noche sin sonrisa de la chica, sin chupito de ningún amigo, el
DJ te parecía malísimo porque no ponía tu canción. No había absolutamente nada
que les hiciera pensar que esa noche iba a ser recordada por algún motivo más
que por su aburrimiento. Si es que el aburrimiento es algo que la gente
recuerde.
Era la noche en la que, de tanta pereza que te da el pensar
volver a casa, decides quedarte ahí por inercia, por puro aburrimiento. Supongo
que cuando tienes una competición casi perdida, estás deseando que esa tortura
se acabe lo antes posible. Sigues ahí porque si te retiras te sancionan. Con
los amigos puede ocurrir algo parecido. Tú estás planeando la clásica
"bomba de humo" o una digna retirada a tiempo, pero te lo piensas muy
bien. Sabes que tus amigos también te pueden sancionar a su manera.
Pase lo que pase, los de Simeone y los de Zidane han salvado
la noche. Qué duda cabe. Ya han conseguido vivir con emoción lo que queda. El
próximo paso es hablar con la chica de la sonrisa y volver a plantearse pedirle
matrimonio aunque no la conozca de nada, después del chupito está garantizado
que se vendrán arribísima y quizá
después de desgañitarse con la canción se hayan quedado sin garganta.
A partir del momento en el que la noche se ha salvado, solo
quedan dos posibilidades: retirarse como
héroe con el sí de la chica o habiendo vivido una juerga para la Historia, o
con final trágico, encajando un fatídico gol en ese decisivo momento que supone
el encendido de las luces de cualquier bar o discoteca. Lo que todos sabemos ya
es que la noche habrá sido memorable, pase lo que pase.