martes, 14 de febrero de 2017

Escritores locos de amor

Amor en el Día de San Valentín
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Hoy celebramos San Valentín y este blog no quería quedarse al margen de una fiesta en la que se celebra un sentimiento que, con frecuencia, transforma nuestras vidas. El amor puede ser desbordante. Desolador. Entusiasmado. Engañoso. Trágico. Arrebatador. Cegador. Incluso divertido. El amor es el sentimiento más bonito que podemos sentir. Todos estamos capacitados para sentirlo. Nadie puede permanecer inmune a la pasión. Hablamos del amor de pareja, del que uno comienza a sentir por alguien hasta sentirle como imprescindible. Pero hay mil formas de sentirlo. Puede ser duradero, pero también puede ser un amor fugaz, de un trayecto de metro, de una conversación de una noche en un bar, de una sonrisa cruzando una calle. ¿Por qué no regalarle una rosa al desconocido o desconocida de la biblioteca? El amor nunca debe ser menospreciado. Por nada ni por nadie. Cualquier historia de amor es válida porque no hay en ella obligación de seguir los senderos de la lógica. Disfrutémoslo de la mejor forma que se nos ocurra, tengamos o no tengamos pareja.

Los grandes escritores han vivido el amor por todo lo alto. Y supieron reflejarlo muy bien. Algunos perdieron la cabeza. Tuvieron sus musas y a ellas dedicaron sus historias. Hundidos a veces en el dolor más visceral y extasiados de felicidad, otras. Hoy he querido darles voz a ellos y  a cómo expresaron el amor. Lo que sintieron en diferentes momentos. Son fragmentos de novelas, de cartas, de autobiografías, en los que sus sentimientos más ocultos quedan al desnudo. Espero que los disfrutéis y os emocionéis aunque sea un poco leyendo algunos de estos textos. Y si queréis compartir en los comentarios algunos que os gusten a vosotros y que no figuren aquí, estaré encantado. Son muchos los escritores y escritoras e innumerables sus grandes pasiones. Aquí va mi selección. Y que no se me olvide, Feliz San Valentín a todos y a todas.

- El enamoramiento de Honoré de Balzac:

La condesa polaca Eveline Hanska fue el gran amor del escritor Honoré de Balzac. Mantuvieron una relación por correspondencia, estando ella casada, desde 1832 hasta 1850. Su marido falleció en 1841 pero no fue hasta 1850 cuando finalmente se casó con Balzac, que murió tan sólo cinco meses después de haber visto hacerse realidad su tan ansiado sueño. Esto le decía el escritor francés a su amada:

"Estoy prácticamente loco por ti, tanto como uno puede estar loco: no puedo unir dos ideas sin que tú te interpongas entre ellas. No puedo pensar en nada más que en ti. Me siento tonto y feliz tan pronto pienso en ti".

- La angustia tras una pelea, por Rimbaud:

Los poetas malditos Arthur Rimbaud y Paul Verlaine mantuvieron una relación muy pasional durante unos años, con muchas idas y venidas. En uno de esos momentos en los que parecían alejarse definitivamente tras una pelea, el joven Rimbaud le dedicaba estas palabras a su amado, el cual había abandonado a su mujer y a su hijo por él.

"Vuelve, vuelve, querido amigo, único amigo, vuelve. Te juro que seré bueno. Si me he mostrado desagradable contigo, fue tan sólo una broma; me cegué, y me arrepiento de ello más de lo que puedes imaginar. Vuelve, todo estará totalmente olvidado. ¡Que desgracia que hayas tomado en serio esta broma! No paro de llorar desde hace dos días. Vuelve. Sé valiente, querido amigo. Nada está perdido todavía. (…) No me olvidarás ¿verdad? No, tú no puedes olvidarme. Yo te tengo aquí siempre. Di, contesta a tu amigo ¿acaso no volveremos a vivir juntos los dos? Sé valiente, contéstame pronto. No puedo quedarme aquí por más tiempo. Oye sólo lo que te dicte tu buen corazón. Dime pronto si tengo que reunirme contigo. A ti, para toda la vida. Rimbaud."

- Amor empedernido, según John Keats: 

El poeta británico John Keats murió de tuberculosis a la edad de 25 años. Pero tuvo suficiente tiempo para enamorarse perdidamente de Fanny Brawne, a la que amó con locura hasta su muerte. Ella quedó devastada por su pérdida y aunque se casó y tuvo tres hijos, siempre llevó el anillo que él le había regalado. Aquí una carta preciosa de Keats a su amada Fanny.

"Tengo que escribirte una o dos líneas y ver si eso me ayuda a alejarte de mi espíritu aunque sea por unos instantes, no puedo existir sin ti. Todo lo olvido salvo la idea de volver a verte. Mi vida parece detenerse ahí: más allá no veo nada. Me has absorbido.

En este mismo momento tengo la sensación de estar disolviéndome...Si no tuviera la esperanza de verte pronto me sentiría en el colmo de la desdicha. Tendría miedo de separarme, de estar demasiado lejos de ti. Mi dulce Fanny, ¿no cambiará nunca tu corazón?, Amor mío, ¿no cambiarás? Alguna vez me asombró que los hombres pudieran ir al martirio por su religión. Temblaba de pensarlo. Ahora ya no tiemblo; podría ir al martirio por mi religión- El amor es mi religión-, y podría morir por él....

Me has cautivado con un poder que soy incapaz de resistir; y sin embargo lo era hasta que te vi; y desde que te he visto me he esforzado a menudo en razonar contra las razones de mi amor. Ya no puedo hacerlo, el dolor sería demasiado grande. Mi amor es egoísta. No puedo respirar sin ti....
Tu afectuoso
JK"

- La forma correcta de amar, según el romántico Victor Hugo:

En sus cartas a su adorada Juliette Drouet, el autor de Los Miserables explicaba de la siguiente manera su amor, así como la mejor forma para expresarlo.

"Te amo, mi pobre angelito, bien lo sabes, y sin embargo quieres que te lo escriba. Tienes razón. Hay que amarse y luego hay que decírselo, y luego hay que escribírselo, y luego hay que besarse en los labios, en los ojos, en todas partes. Tú eres mi adorada Juliette.

Cuando estoy triste pienso en ti, como en invierno se piensa en el sol, y cuando estoy alegre pienso en ti, como a pleno sol se piensa en la sombra. Bien puedes ver, Juliette que te quiero con toda mi alma. Tienes el aire juvenil de un niño, y el aire sabio de una madre, y así yo os envuelvo con todos estos amores a un tiempo.

Besadme, bella Juju!"

- El amor de leyenda entre Frida y Diego:

Sin duda, la pintora Frida Kahlo y Diego Rivera protagonizaron una de las pasiones más bonitas de la historia. Cualquiera puede emocionarse con el amor y admiración que se profesaban mutuamente. Tuvieron muchas crisis, muchas infidelidades, primero de él, y luego ya mutuas. Pero se amaron como pocos seres humanos se han amado en la Historia. Comparto aquí en esta ocasión sentimientos de los dos.

Frida: "Te quiero más que a mi propia piel, y que aunque tú no me quieres de igual manera, de todos modos algo me quieres, ¿no? O si no es cierto, siempre me quedará la esperanza de que sea así, y con eso me conformo… Quiéreme tantito. Te adoro."

Diego, cuando Frida murió: "Yo me he dado cuenta de que lo más maravilloso que me ha pasado en mi vida ha sido mi amor por Frida".

Frida Kahlo y Diego Rivera, un amor de leyenda
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- Cuando dudas sabiéndolo todo, por Pablo Neruda:

No podía faltar si se habla de amor y escritores el autor de la poesía más triste y realista que nadie ha escrito jamás. Sí, hablamos del chileno Pablo Neruda, que a pesar de amar a muchas mujeres, tuvo un gran amor llamado Matilde Urrutia. 

"Hay algo más importante que tu y que yo, somos tu y yo. Juntos somos lo que la pobre gente no alcanza jamás, el cielo en la tierra. Te aprieto a mi corazón, amor mío, con cuerpo, alma y amor..".

Y esta otra frase, corta, pero que me parece que describe muy bien una sensación que todos hemos tenido en algún momento u otro de nuestras vidas, dudas pero lo sabes:

"No sé si te quiero, pero te quiero"

- Acabas de conocer a alguien y ya sabes que te cambiará la vida, por Carlos Barral:

El poeta y editor Carlos Barral conoció a Yvonne. Nacía entonces una historia de amor que quedaría profundamente ligada al pueblo de Calafell, en Tarragona. En esa localidad marítima se casaron un 4 de octubre de 1954. Esta reflexión hacía Barral en su libro de memorias Años de penitencia

"El encuentro con Yvonne había movido mi centro de gravedad, modificando mi posición de equilibrio con respecto al mundo que me rodeaba o, mejor, había como desplazado la idea que me venía haciendo de mí mismo. Desde el principio, desde los primeros e inocentes paseos, caí en la cuenta de que aquella relación, si conseguía hacerla prosperar, estaba destinada a determinar el proyecto definitivo de mi vida, a sosegar las ensoñaciones aventurescas de la última adolescencia y a enraizarme. Porque mi amor era espléndido, cegador, y era, en efecto, una experiencia definitiva".

- La tentación de negar el amor, por Hemingway:

En su maravillosa novela Por quien doblan las campanas, Ernest Hemingway cuenta una muy bella historia de amor. El protagonista de la novela es Robert Jordan, un americano que lucha en el bando republicano y que se enamora de María, una joven que le hará recuperar la ilusión por la vida.

"No te engañes a ti mismo y trates de negarlo todo y de estropearlo todo. Estabas perdido desde el momento en que viste a María. En cuanto ella abrió la boca y te habló, quedaste flechado, y lo sabes. Y ya que te ha llegado lo que nunca creíste que te podría llegar, porque no creías que existiera, no hay motivos para que trates de negarlo, ya que sabes que es una cosa real [...] ¿Por qué mentir? Te sentiste extraño interiormente cada vez que la mirabas y cada vez que ella te miraba a ti." 

- La nostalgia tras echarlo todo a perder, por Scott Fitzgerald y Zelda.

Otra gran pareja de esas en las que no puedes hablar únicamente de uno de los dos. Se conocieron en un baile en un club de campo en Alabama, se casaron en 1920, porque no querían perderse ni un minuto de la Década Feliz que estaba a punto de comenzar, se amaron, brillaron como las estrellas más brillantes del firmamento, se detestaron y echaron todo al traste. Una pareja que se amó, que se admiró, que fue la más feliz sobre la faz de la Tierra durante muchos años, y la más desgraciada del universo años más tarde. Él murió de un infarto mientras escuchaba un partido de fútbol por la radio. Ella murió años más tarde, al incendiarse el hospital psiquiátrico en el que permanecía ingresada desde hacía mucho tiempo. Hay un detalle bonito en este amargo final: Scott y Zelda fueron enterrados juntos, en Maryland, gracias a la insistencia de "Scottie", el apelativo cariñoso que los dos daban a su única hija, que sabía que sus padres se quisieron por encima de todas las cosas y quería que descansasen juntos eternamente. Aquí va un texto de cada uno, del libro Querido Scott, Querida Zelda:

Scott Fitzgerald: 

"Te necesito aquí. La tristeza del pasado me acompaña siempre. Las cosas que hicimos juntos y las cicatrices atroces que nos convirtieron en el pasado en supervivientes de guerra persisten como una especie de atmósfera que rodea todas las casas que habito. Las cosas agradables y los primeros años juntos, los meses que pasamos hace dos años en Montgomery me acompañarán siempre y tienes que creer como yo que podemos recuperarlos, si no en una nueva primavera, en un nuevo verano. Te quiero, amor mío, cariño."

Zelda: 

Queridísimo y siempre, Queridísimo Scott:


La idea del esfuerzo que has hecho por mí, el sufrimiento que ha causado esta nulidad sería insoportable para cualquiera salvo para un mecanismo completamente vacuo. Si yo tuviera sentimientos serían todos de gratitud a ti y de pena por el hecho de que de toda mi vida no quede el más pequeño vestigio del amor y la belleza con que empezamos para ofrecértelos al final.

Has sido tan bueno conmigo... y cuanto puedo decir es que existió siempre esa corriente más profunda en mi corazón: mi vida: tú.

¿Recuerdas las rosas del patio de los Kinney... eras tan amable y yo pensaba «es la persona más encantadora del mundo» y tú dijiste «cariño». Aún lo eres. La tapia estaba húmeda y cubierta de musgo cuando cruzamos la calle y dijimos que amábamos el sur. Yo pensaba en el sur y en un pasado feliz que nunca tuve y creía que era parte del sur. Tú dijiste que amabas esta tierra preciosa. La glicina de la cerca era verde y la sombra era fresca y la vida era vieja.

Me gustaría haber pensado alguna otra cosa, pero era una idea cómplice, romántica y nostálgica. Cuando me quité el sombrero tenía el cabello húmedo y me sentía segura y hogareña y a ti te complacía que me sintiera así y fuiste respetuoso. Volvimos a casa radiantes y felices todo el camino.

Ahora que ya no hay ninguna felicidad y el hogar ha desaparecido y ni siquiera existe pasado ni emoción alguna más que las que sean tuyas donde pueda haber algún consuelo: es una pena que nos hayamos encontrado en desabrimiento y frialdad donde una vez hubo tanta ternura y tantos sueños. Tu canción.

Me gustaría que tuvieras una casita con malvas y un sicomoro y el sol vespertino encajado en una tetera de plata. Scottie correría por algun sitio en blanco, en Renoir, y tú escribirías docenas de libros. Y aún habría miel para el té, aunque la casa no estuviera en Granchester.

Me gustaría que fueras feliz, si existiera la justicia lo serías, quizá lo seas de todos modos.

Ay, Do-Do

Do-do.

Zelda

Te quiero de todos modos, aun cuando no exista ningún yo ni ningún amor ni siquiera vida alguna.

Te quiero.


- Lo que Bukowski echaba de menos del amor cuando se acababa:

Charles Bukowski fue un personaje muy excéntrico. Iba contra todo y contra todos. Un escritor maldito con todas las de la ley. Hoy en día se le considera uno de los escritores más influyentes. En su novela Mujeres, recomendada por la Casa del Libro las pasadas Navidades, describe sus sucesivas e intensivas relaciones con diferentes mujeres. Es en este libro dónde aparece el siguiente fragmento, en el que enumera todas las pequeñas cosas que echa de menos cuando finaliza una relación:

"Yo era sentimental respecto a muchas cosas: unos zapatos de mujer bajo la cama; unas horquillas olvidadas; la manera cómo decían <<Voy a hacer pis>>...; cintas de pelo; pasear por el bulevar con ellas a la 1.30 de la tarde, sólo dos personas caminando juntas; las largas noches bebiendo y fumando, hablando; las discusiones; los pensamientos suicidas; comer juntos y sentirse bien; las bromas, la risa saliendo de ninguna parte; sentir milagros en el aire; estar juntos en un coche aparcado; comparar pasados amores a las 3 de la madrugada; que te dijeran que roncabas, oírlas roncar; madres, hijas, hijos, gatos, perros; algunas veces la muerte y otras el divorcio, pero siempre yendo adelante, viendo a través; leyendo a solas un periódico y comiendo un triste sándwich sintiendo naúseas porque ella ahora estuviese casada con un dentista tartamudo; hipódromos, parques, picnics; incluso cárceles; sus estúpidos amigos, tus estúpidos amigos; tu bebida, sus bailes; tus flirteos, sus flirteos; sus píldoras, tus polvos con otras personas y ella haciendo lo mismo: dormir juntos...".

- El sentimiento de rechazo, por Antoine de Saint-Exupéry:

El famoso autor de El Principito sufrió por su último gran amor. Se ha dicho siempre que era una joven de 23 años de la que Saint-Exupéry estaba enamorado, pero su nombre jamás salió a la luz. Ella nunca correspondió sus sentimientos, lo que le causó una herida que le llevó a escribir estas desgarradoras palabras:

"No hay más Principito, hoy día ni jamás. El Principito está muerto o se volvió totalmente escéptico. Un Principito escéptico no es más un Principito. Estoy resentido con usted por estropearlo", escribió.  "No habrá más cartas, teléfono ni señal. No fui prudente ni pensé que arriesgara pena, pero me lastimé en el rosal cogiendo una rosa. El rosal preguntará: ¿Qué importancia tenía para usted? Ninguna, rosal, ninguna. Nada importa en la vida. No más vida. Adiós rosal".



























lunes, 13 de febrero de 2017

Adiós, compañera

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No le gustaban un pelo las despedidas. No estaba hecho para ellas. Se había resistido a ese momento. Lo había negado mil veces en su cabeza. Pero las posibilidades se habían agotado. Tenía que aceptarlo, asumirlo y avanzar sin volver la vista atrás. Se dice fácil, qué historia tan distinta esa de ser capaz de hacerlo.

Eran tantos momentos juntos. Se habían conocido siendo él un cándido adolescente. Era una época en la que no se separaban jamás. Allí donde él iba, estaba ella. Si se la veía por algún lado, podía asegurarse sin miedo a equivocarse que él estaba cerca también. Uña y carne. Vivió de cerca sus desgarradoras historias de amor, como lo son todas las historias de amor y no tan de amor a esas edades, y le consoló de la mejor forma que pudo.

Le acompañó en las noches tristes que nunca se acababan. En alguna ocasión incluso le escuchó llorar. En otras, él no aparecía hasta que las primeras luces del día entraban por la ventana. Eran estas últimas las únicas ocasiones en las que ella se sentía ignorada. Torpemente llegaba a la cama, se tumbaba, y ya estaba dormido.

No siempre fue fácil. Tuvieron discusiones nocturnas, y él la culpaba de no poder dormirse. Ella oponía toda la resistencia de la que era capaz. Jamás se callaba. Nunca lo había hecho y nunca lo haría. A veces, pasado un rato, y tras confirmar que ella no tenía la culpa de su falta de sueño, acababa regresando a ella, que nunca le hizo ningún reproche por haberla abandonado instantes antes.

Estaban también las noches con los ruidos. Entonces el papel de ella era fundamental. Él la buscaba para refugiarse de lo que sea que estuviese provocando esos sonidos que provenían de la oscuridad de su habitación. Se sentía tranquilo escuchando su voz. Otras veces era ella la que, con toda la intención, le asustaba, y entendía que él no quisiera escucharla cuando eso pasaba.

Era consciente de todas las emociones que ella le había hecho sentir. Había sentido verdadero miedo muchas noches. Otras veces había tenido el efecto de relajarle después de un día tenso. También le había hecho reír a carcajadas y con ello, había hecho que se olvidase de las tristezas que le rondaban. Le había entretenido mucho en las interminables tardes de sábado y domingo que habían pasado juntos. En determinados momentos, le había emocionado. Causarle semejante torrente de sensaciones había provocado en él una fuerte adicción. Siempre quería más.

Llegaron los veintitantos y esas ocasiones en las que él llegaba de día aumentaron notablemente. A veces ella tenía algún ataque de celos porque no se sentía tan querida como antes. Pero él siempre sabía cómo arreglar la situación. Y seguía llevándola como a una reina, allá donde él fuese. Si había quedado con unos amigos, se la llevaba. Le acompañó a muchos viajes también. En un autobús por la carretera, de noche, observándole mientras él soñaba con los ojos abiertos. Le gustó especialmente que la defendiese cuando sus amigos se reían de ella. Fue un acto de lealtad. Ellos no lo entendían, ni lo podrían entender nunca.

A cierta edad, pasó algo que suponía una completa novedad. Él conoció a una persona. No era la primera vez que notaba una presencia extraña alrededor. Pero no solían permanecer mucho tiempo. Esta vez era distinto. Parecía que no iba a marcharse pronto en esta ocasión. Él le aseguró que aquello no significaba que le fuese a abandonar. No le creyó hasta que se lo demostró como hay que demostrar las cosas, con hechos. Le explicó a la persona el papel fundamental que ella jugaba en su vida. Ella se mostró sorprendida, pero no puso ningún problema. Se acostumbró a tenerla ahí en muchos momentos.

Pasaron los años hasta que ocurrió lo inevitable. Un día, ella comenzó a dar síntomas de agotamiento. Al principio, imperceptibles. Poco a poco, comprobó que la cosa iba en serio. De repente, una noche, al encenderla, la radio no funcionaba. Su pequeño transistor, compañero de tantos años, ya no le haría compañía esa noche. 

Feliz Día Mundial de la Radio a todos los que aman este medio tan mágico y a los que no lo aman, pero porque aún no lo han descubierto.

jueves, 9 de febrero de 2017

El artículo que arrinconó a Francia

Caso Dreyfus-Alfred Dreyfus-Emile Zola-Francia-periodismo
Portada del diario L´Aurore del 13 de enero de 1898 con el famoso J´Accuse...!


Hoy quiero compartir con vosotros una historia que me enganchó profundamente desde que la escuché por primera vez en la Facultad de Periodismo. Se trata del artículo Yo acuso que escribió el escritor francés Émile Zola, en la portada del periódico L´Aurore y que cambió la historia de ese país. Todo ocurrió en el año 1898. En concreto, la publicación del histórico artículo fue el 13 de enero. Pero los acontecimientos que dieron lugar al artículo comenzaron cuatro años antes.

A finales de 1894, un capitán del ejército francés, Alfred Dreyfus, es acusado de alta traición. Se le considera el responsable de haber entregado unos documentos secretos a los alemanes. La investigación fue de carácter militar, del todo irregular, y basada en pruebas falsas. Lo tenía todo: origen judío, en una época en la que el antisemitismo estaba furiosamente extendido por el país, y de la región franco-alemana de Alsacia, cuyos habitantes eran frecuentemente sospechosos de simpatizar con Alemania. Se trataba del blanco perfecto. Daba comienzo así el que sería el mayor escándalo de la Historia de Francia: "El caso Dreyfus".

Se le condenó a cadena perpetua y fue desterrado a la colonia penal de la Isla del Diablo, en la Guayana francesa. La prensa, de manera unánime, se había alineado con el gobierno francés y todos ayudaron a crear un clima en la opinión pública muy en contra de Alfred Dreyfus. Casi nadie osaba poner en duda lo que entre unos y otros lograron establecer como un dogma: a pesar de que no salió a la luz ninguna de las pruebas que se decían que existían en su contra, Dreyfus era culpable y no había nada que revisar. Contra esa idea establecida en gran parte de la sociedad francesa lucharon algunos pocos. Entre ellos, la familia del condenado. Y, por supuesto, Zola.

En 1896, salen a la luz indicios que apuntan a un verdadero culpable: un comandante francés de origen húngaro, Esterhazy. Se observa la necesidad de revisar el juicio, lo que intentan evitar a toda costa grupos de extrema derecha y antisemitas. Al final, se celebra un nuevo juicio, que fue una parodia, y se absolvió a Esterhazy. Lo más sorprendente es que se vuelve a condenar al falso culpable en 1899. Lo ocurrido entre 1896 y 1898 provocó que se ampliase en gran número el círculo de los partidarios del capitán judío. Cada vez más gente veía la injusticia que se estaba cometiendo.

Esto provocó una profunda división, de la que Francia tardaría muchos años en recuperarse. Los sectores más conservadores y nacionalistas, con la colaboración unánime de la prensa, no querían ni contemplar la posibilidad de que Dreyfus no fuese el verdadero culpable. Se produjeron disturbios antisemitas en muchas ciudades del país. 

Y así llegamos al artículo Yo acuso de Zola. El escritor ya se había expresado a favor de Dreyfus, lo que le costó que el diario Le Figaro, para el que solía colaborar, le cerrase sus puertas. Mantenía que "la verdad está en marcha y nada la va a parar". Y así fue. Tras el escándalo de la absolución de Esterhazy, Émile Zola explotó. Lo hizo en el diario L´Aurore, con un artículo que se convirtió en Historia del Periodismo, el J´Accuse...! Se trataba de una carta abierta al presidente francés, Félix Faure.

En ella, Zola denunciaba toda la trama antisemita que acompañaba al proceso desde sus inicios, detallaba todas las falsedades que se habían dicho en el juicio, daba nombres de altas personalidades implicadas en el complot, como el Ministro de Guerra. Era la primera vez que alguien reunía todos los datos existentes sobre el caso y se atrevía a ponerlos en portada de un diario. Diario, L´Aurore, por cierto, que solía vender treinta mil copias y ese día editó trescientas mil copias.

Fue una auténtica bomba, un misil directo al sistema. Provocó un terremoto de colosales dimensiones en todos los estamentos de Francia. Nadie quedó indiferente a esas cuatro mil quinientas palabras con las que Zola había conseguido poner patas arriba al país. Por supuesto, la ira de los sectores conservadores más recalcitrantes le costó amenazas de muerte por osar poner en duda la verdad oficial y poner de esa manera, a su entender, en peligro al país. Fue enjuiciado y condenado. Pero se escapó a Reino Unido, aunque regresaría a su país natal poco tiempo después. Su destierro forzoso provocó numerosas adhesiones a su causa. El caso Dreyfus cruzó las fronteras y en toda Europa se contemplaba como un escándalo mayúsculo.

En el año 1906, un tribunal anula el juicio de 1899, y decide rehabilitar al capitán Dreyfus. Se trataba de una decisión inédita y única en la historia del derecho francés, aunque no sería hasta 1930 cuando su inocencia quedó definitivamente probada. El presidente Chirac envió una carta, casi cien años después, a los descendientes de Émile Zola y Alfred Dreyfus en la que aseguraba que el caso Dreyfus era "una mancha oscura, un colosal error judicial y una vergonzosa complicidad del Estado". 

Me fascina esta historia porque demuestra el poder que puede tener el buen periodismo. El que se atreve a denunciar. El que no se queda callado. El que busca y acaba encontrando. El que corre riesgos. El que se atreve a dudar. El valiente. El que se hace preguntas. El que no tiene miedo a los poderosos. El independiente. El que está dispuesto a perderlo todo por contar la Verdad. El que discrepa del discurso oficial si es necesario. El que está decidido a cumplir la frase de Émile Zola: "la verdad está en marcha y nada va a pararla". Hacen falta muchos Zolas, muchísimos, hoy en día, aquí en España y en todo el mundo.

Un último detalle que he dejado para el final. Zola murió en su casa el 29 de septiembre de 1902, por lo que no pudo asistir a la rehabilitación del que tanto ayudó, el capitán Alfred Dreyffus. La versión oficial es que murió asfixiado por monóxido de carbono de la chimenea. Así lo aseguraba el parte oficial de la policía. Pero se considera bastante probable que muriera asesinado por alguien que tapó la estufa. Ya uno de sus abogados sufrió un intento de asesinato. No suele salir gratis denunciar al establishment. Ni en aquellos tiempos, ni ahora. Ni creo que nunca.

Espero que os haya gustado. Si queréis, podéis participar dejando algún comentario. Podéis contar algún ejemplo de periodismo histórico que os marcase, que por algún motivo fuese importante para vosotros, o que significase un antes y un después en algún escándalo. Gracias a todos, por leer, por compartir, y por participar.






jueves, 2 de febrero de 2017

Mi relación con James Joyce

Con la estatua de James Joyce en O´Connell Street en Dublín
Con la estatua de James Joyce al lado de O´Connell Street en Dublín.

En 2017 celebro diez años de "lo mío" con el escritor James Joyce. Aprovecho para contaros esto porque se acaban de cumplir 135 años de su nacimiento. En el año 2007 me hice íntimo del autor irlandés. Os quiero contar muchas cosas y no sé ni por donde empezar. Voy a intentarlo.

El curso 2006/2007 fue el último de mis cinco años de Periodismo, un año alegre, emocionante, con ilusión y con miedo por lo que vendría después. Teníamos que hacer el Trabajo Fin de Carrera y yo no sabía muy bien sobre qué tema realizarlo. Finalmente, opté por elegir como tutora a mi profesora de Literatura del primer año, de la que ya os he hablado en este blog, Margarita Garbisu. Yo había estado el verano anterior en Irlanda y había regresado sintiéndome Michael Collins. Todo esto tiene sentido, os lo aseguro. La decisión fue hacerlo con mi profesora favorita y combinar dos pasiones: los libros y el país del trébol. Nada podía salir mal. Tras dar varias vueltas, decidimos enfocarlo en este título: "La relación de James Joyce con Irlanda a través de sus cartas". 

Me pasé todo el año leyéndome biografías del bueno de James. Me leí sus cartas. Llegué a conocerle bien, finalmente. Fui avanzando en el trabajo hasta el momento final que tanto temíamos todos.Me refiero al del Tribunal. Llegó el Día D, y defendí mi trabajo como buenamente pude. Pero hay cosas para las que uno no está preparado. Yo les estaba citando a Richard Ellman, que era el autor de la mejor biografía sobre Joyce. Un miembro del Tribunal, una profesora de la Universidad, me preguntó si para mi trabajo había contactado con Richard Ellman. No hubiera tenido ningún problema en contactar con él. Pero era difícil: Ellman llevaba muerto muchos años, veinte para ser exactos. Recuerdo mi absoluta estupefacción en aquel momento. No sabía donde meterme y no me sentía con fuerzas como para desautorizar de esa manera a un miembro del Tribunal. Contesté que no, que no había contactado con él. Mentalmente, mi respuesta fue otra y había improperios en ella.

James Joyce escribió Ulises, uno de los grandes clásicos de la literatura. La idea principal se basa en La Odisea de Homero y cuenta las peripecias de dos personajes, Leopold Bloom y Stephen Dedalus, durante todo un día en la ciudad de Dubín. Es una novela muy famosa por su dificultad para leerla. ("Escribí Ulises para mantener a los críticos ocupados durante los próximos trescientos años", dijo Joyce). Yo la quiero leer algún día, pero aún no me he atrevido. Si alguna vez tenéis un Ulises entre manos, abridlo por cualquier página, da igual. Servirá para que te hagas una idea del tipo de libro que es. Yo lo hice y tocotoc tocotoc tocotoc. Acabas de sentirte confuso al leer esto último. Lo sé. Es lo que me ocurrió a mí cuando abrí el libro en casa de mis padres y en esa página Joyce escribía un párrafo en el que de repente decía eso mismo: tocotoc tocotoc tocotoc. Porque hace monólogos interiores y mientras narra una experiencia, describe los ruidos que acompañan a la escena.

El Ulises de Joyce es considerado por muchos como la mejor novela en lengua inglesa del siglo XX. Y, sin embargo, costó mucho publicarla. Y una vez publicada, no fue hasta muchísimos años después cuando obtuvo su reconocimiento. Durante mucho tiempo su sola mención en su país natal era una provocación. Hoy se reivindica como un éxito nacional y a su autor, como un héroe de Irlanda. La que creyó desde el principio en aquel manuscrito fue la editora Sylvia Beach, de la que ya hemos hablado en este blog. Si no es por ella, nunca se hubiera publicado.

La leyenda del Ulises renace cada 16 de junio en todo el mundo, pero especialmente, por supuesto, en Dublín. El 16 de junio fue la primera cita de James Joyce con Nora Barnacle, la mujer que le acompañaría, y sufriría por ello, toda su vida. Se conocieron el viernes 10 de junio de 1904, quedaron en verse el martes 14, pero ella no apareció y no se vieron hasta el jueves 16, que salieron a pasear por primera vez. Joyce quiso que su obra cumbre transcurriese en un 16 de junio en homenaje a esa fecha tan especial en su vida. Venga, no me digáis que no era un romanticón. Era un borracho, sí, no paraba de beber. Pero era un romántico.

Pues bien, a lo que iba. El 16 de junio se celebra el Bloomsday, en homenaje al protagonista de la novela, Leopold Bloom. Ese día, las calles de Dublín homenajean a Joyce. Centenares de personas recrean las peripecias de los personajes del libro, intentan comer o beber lo mismo que ellos, acuden a los mismos lugares y realizan el mismo itinerario que Bloom y Dedalus en las páginas. Un día me haría ilusión poder estar presente y ver el espectáculo que se monta.

Por cierto, una curiosidad sobre Joyce. Escribía unas cartas muy subidas de tono a su mujer, Nora Barnacle. Y yo no voy a poner ningún link. Si quieres las buscas. Me hace gracia imaginar las palabras que se pueden emplear para realizar esta búsqueda. Cuidadito con Google.

Para finalizar, mi frase preferida de Joyce: "Me hablas de lengua, patria y religión. Esas son las redes de las que he de procurar escapar".

Con esto he terminado. No quería contaros la biografía de James Joyce, porque la podéis encontrar en muchos sitios. Trato de escribir cosas personales, que os descubran cosas de mí que no conocíais. Siempre que hable de algo, trataré de buscar el gancho personal para explicaros por qué algo es importante para mí. Hoy ha tocado hablar de mi buen amigo James Joyce. Espero que os haya gustado.