lunes, 13 de febrero de 2017

Adiós, compañera

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Imagen de Pinterest


No le gustaban un pelo las despedidas. No estaba hecho para ellas. Se había resistido a ese momento. Lo había negado mil veces en su cabeza. Pero las posibilidades se habían agotado. Tenía que aceptarlo, asumirlo y avanzar sin volver la vista atrás. Se dice fácil, qué historia tan distinta esa de ser capaz de hacerlo.

Eran tantos momentos juntos. Se habían conocido siendo él un cándido adolescente. Era una época en la que no se separaban jamás. Allí donde él iba, estaba ella. Si se la veía por algún lado, podía asegurarse sin miedo a equivocarse que él estaba cerca también. Uña y carne. Vivió de cerca sus desgarradoras historias de amor, como lo son todas las historias de amor y no tan de amor a esas edades, y le consoló de la mejor forma que pudo.

Le acompañó en las noches tristes que nunca se acababan. En alguna ocasión incluso le escuchó llorar. En otras, él no aparecía hasta que las primeras luces del día entraban por la ventana. Eran estas últimas las únicas ocasiones en las que ella se sentía ignorada. Torpemente llegaba a la cama, se tumbaba, y ya estaba dormido.

No siempre fue fácil. Tuvieron discusiones nocturnas, y él la culpaba de no poder dormirse. Ella oponía toda la resistencia de la que era capaz. Jamás se callaba. Nunca lo había hecho y nunca lo haría. A veces, pasado un rato, y tras confirmar que ella no tenía la culpa de su falta de sueño, acababa regresando a ella, que nunca le hizo ningún reproche por haberla abandonado instantes antes.

Estaban también las noches con los ruidos. Entonces el papel de ella era fundamental. Él la buscaba para refugiarse de lo que sea que estuviese provocando esos sonidos que provenían de la oscuridad de su habitación. Se sentía tranquilo escuchando su voz. Otras veces era ella la que, con toda la intención, le asustaba, y entendía que él no quisiera escucharla cuando eso pasaba.

Era consciente de todas las emociones que ella le había hecho sentir. Había sentido verdadero miedo muchas noches. Otras veces había tenido el efecto de relajarle después de un día tenso. También le había hecho reír a carcajadas y con ello, había hecho que se olvidase de las tristezas que le rondaban. Le había entretenido mucho en las interminables tardes de sábado y domingo que habían pasado juntos. En determinados momentos, le había emocionado. Causarle semejante torrente de sensaciones había provocado en él una fuerte adicción. Siempre quería más.

Llegaron los veintitantos y esas ocasiones en las que él llegaba de día aumentaron notablemente. A veces ella tenía algún ataque de celos porque no se sentía tan querida como antes. Pero él siempre sabía cómo arreglar la situación. Y seguía llevándola como a una reina, allá donde él fuese. Si había quedado con unos amigos, se la llevaba. Le acompañó a muchos viajes también. En un autobús por la carretera, de noche, observándole mientras él soñaba con los ojos abiertos. Le gustó especialmente que la defendiese cuando sus amigos se reían de ella. Fue un acto de lealtad. Ellos no lo entendían, ni lo podrían entender nunca.

A cierta edad, pasó algo que suponía una completa novedad. Él conoció a una persona. No era la primera vez que notaba una presencia extraña alrededor. Pero no solían permanecer mucho tiempo. Esta vez era distinto. Parecía que no iba a marcharse pronto en esta ocasión. Él le aseguró que aquello no significaba que le fuese a abandonar. No le creyó hasta que se lo demostró como hay que demostrar las cosas, con hechos. Le explicó a la persona el papel fundamental que ella jugaba en su vida. Ella se mostró sorprendida, pero no puso ningún problema. Se acostumbró a tenerla ahí en muchos momentos.

Pasaron los años hasta que ocurrió lo inevitable. Un día, ella comenzó a dar síntomas de agotamiento. Al principio, imperceptibles. Poco a poco, comprobó que la cosa iba en serio. De repente, una noche, al encenderla, la radio no funcionaba. Su pequeño transistor, compañero de tantos años, ya no le haría compañía esa noche. 

Feliz Día Mundial de la Radio a todos los que aman este medio tan mágico y a los que no lo aman, pero porque aún no lo han descubierto.

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