La calle Galileo, en la que estaba la consulta del Doctor Otero |
Tengo un tiroides sublingual. Todas las conversaciones de mi
vida deberían empezar por ahí. Es algo que nunca tengo presente, se me olvida. Y
no debería. Creo
que lo he aprovechado poco. Sobre todo cuando muestro ser tan corto de mente
para determinadas cosas. Podría decir "es que tengo un tiroides sublingual"
y a ver quién me dice algo. Nunca es tarde, quizá podría empezar a utilizarlo a
partir de ahora. O cuando no me apetezca quedar "es que tengo un tiroides
sublingual". Y me muero por saber qué hubiera dado de sí, años atrás, una
conversación de bar con cualquier chica en la que empezase mencionando lo
primero de todo mi tiroides sublingual. Algo así como: "Hola, tengo un
tiroides sublingual, me llamo Guillermo y tengo 26 años, ¿qué tal?". Para
el que no lo sepa, un tiroides sublingual es algo bastante excepcional. No soy
médico y no tengo datos que indiquen una frecuencia con la que esta anomalía
sucede, pero ya os digo que es algo bastante excepcional. Y esto fue lo que me
diagnosticó el doctor Charro cuando era un crío.
Todo esto viene a cuento de que esta semana he vuelto a ver
al doctor Charro y me ha hecho mucha ilusión. Este doctor me derivó en su
momento a un compañero suyo, el doctor Otero, que es el endocrino al que he
estado yendo toda mi vida desde hace más de veinte años, con varias revisiones
al año. Es un médico muy bueno y que ha luchado bastante por mí. Pero además ha
sido muy cariñoso siempre conmigo y con mi madre, que era la que me acompañaba
a la consulta durante tantos años. Cuando empecé a ir solo yo creo que a mi
madre le dio pena no ver más al doctor Otero. De hecho, mi padre no se fiaba de
que fuese yo solo y tenía la teoría de que yo iba a ver a Otero como el que va
a ver a un amigote dos o tres veces al año y se ponen un poco al día de sus
vidas y que ni tocábamos el tema médico en ningún momento.
Después de verano siempre me toca ir a la consulta. Y cuando
llamé para pedir cita hace unas semanas, me dijeron que el doctor había tenido
un problema y que no volvería a tener la consulta. Me quedé helado y no
reaccioné. Ya desde hace tiempo barajaba la posibilidad de que se jubilase para
que me recomendase otro médico, pero nunca conté con que algo así pudiese
ocurrir. A uno deberían dejarle despedirse siempre del médico que le he
acompañado toda la vida. Volví a llamar y me recomendaron, atención, ir a la
consulta del Doctor Charro. Ahí está la vida, con sus giros de guion tan
alucinantes.
Y así ha sido como veintitantos años después, esta semana he
vuelto al origen. Entré a la consulta y ahí estaba el Doctor Charro, acompañado
de dos chicas estudiantes de medicina del Ceu. Antes de sentarme, para
asegurarme, le pregunté: "¿Es usted el Doctor Charro?" a lo que me
respondió entre risas que sí, que "así me llaman, al menos". Y le
conté que era el niño al que veintitantos años atrás le había diagnosticado un
tiroides sublingual y vi que sus ojos se iluminaban y me respondió que claro, que
por supuesto que se acordaba, que cómo no se iba a acordar, si sólo había visto
dos casos así en su vida, un mejicano y yo, unos desustanciados dice mi padre, que
es de Jaca y en Aragón dicen mucho "desustanciado". Las dos chicas, a
todo esto, miraban la escena como si estuviesen presenciando una obra de teatro,
se reían y a la vez alucinaban. Después se lo conté a mi madre y recordó que
Charro le pidió permiso para exponer mi caso de tiroides sublingual en un
congreso médico. Mi madre le preguntó si "el niño", yo, tenía que ir.
Y él le dijo que no. Menos mal, que me imagino ahí ya de niño poniéndome rojo
delante de un montón de gente.
Os cuento todo esto porque me ha hecho ilusión volver a ver
al Doctor Charro, porque me ha dado mucha pena no poder despedirme del Doctor
Otero, y porque no he dejado de pensar durante estos días en lo alucinante de
todo esto, en como la vida te da mil vueltas y te acaba llevando al origen de
todo sin que tú puedas hacer absolutamente nada.
😂😂😂😂😂
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