jueves, 28 de mayo de 2020

Reencuentros en la primera fase


Los reencuentros en la Fase 1 en las terrazas de Madrid


Me comí un bulo. Quiero empezar por ahí, porque me paso la vida diciéndole a los demás que tienen que tener mucho cuidado y que hay que contrastarlo todo y luego voy y soy yo el que se come un bulo. Fue el vídeo en el que se ve a los manifestantes de Núñez de Balboa con el himno antifascista del Bella Ciao. Era un montaje. Y me lo creí por completo hasta que me enteré de que era una manipulación de imagen y sonido.

Otra vez la duda eterna. Hablar o no hablar de política aquí y en redes sociales. Un dilema que me viene de vez en cuando y que suelo resolver siempre de la misma manera, que es seguir haciéndolo. Pero es que además no me cansaré de decir que "la política" es algo que te afecta en tu vida diaria y que es algo en lo que hay que mojarse. Cuando tengo la duda suele ser porque me da miedo que alguien se pueda sentir ofendido por algún comentario y no quiero que ninguna relación personal se vea dañada por esto. También intento siempre expresarme con cuidado pero cuando digo intento es eso, intento, porque no siempre creo que lo consiga.

No lo he dicho en ninguna entrega de este diario, pero durante estos meses he escuchado mucha banda sonora en Spotify. No es una novedad, suelo hacerlo. Al que más escucho es a John Williams. Lo que voy a decir es una obviedad, porque no siempre se pueden escribir cosas que nunca nadie haya dicho antes. Pero me fascina que alguien cree una música y ya siempre se asocie esa música a ese personaje o a una situación. Que tú estés en el mar bañándote y un amigo te haga la broma de la música de Tiburón aunque hayan pasado cuarenta y cinco años, a eso me refiero.

El viernes se anunció que pasábamos a la Fase 1 en Madrid. Explosión de alegría en Twitter y en los whatsapps. Por fin podríamos reencontrarnos. Pero también tuve que leer un comentario de alguien que decía "Madrid pasa a Fase 1, qué horror" y otros del tipo "yo me quedo en fase 0, por responsabilidad". A mí me parece genial que tú te quieras quedar en casa, pero deja a la gente que lleva dos meses encerrada que se alegre de poder ver a sus familias y amigos. Hay gente a la que yo dejaría en fase 0 toda la vida.

El lunes fue un día bonito en Madrid. Yo creo que todo el mundo fue a reencontrarse con sus familias. Yo fui uno más. Me puse muy contento de ver por fin a mis padres y a mi hermana. Y también a Trampas, el perro de mi hermana. Fue gracioso porque después de dos meses, lo primero que hicieron mis padres al verme fue regañarme, como buenos padres. Lo hicieron por haber ido sin mascarilla en el ascensor. Y ya lo más gracioso es cuando le pregunté a mi padre si le podía dar un beso o no y me dijo "no" sin pensarlo.

Cuando se anunció el pase a la fase 1 empecé a ver que mucha gente decía que ya habían llamado a su bar para reservar terraza. Y me agobié por algo que me suele agobiar a veces. Se trata de que no tengo un bar. No en propiedad, sino que no tengo un bar típico que pueda considerar "mi bar" como muchas personas. Eso es algo que a mis padres nunca les ha pasado, porque a fuerza de repetir en los mismos lugares, les conocen y eso siempre es bueno. Yo quizá tenía el Palentino, pero es que el Palentino era el bar de toda una generación. Si hablamos del Palentino, hablamos casi más de una religión que de un bar. Desde que cerró, no hay un bar que haya sentido como propio.

Por fin también nos reunimos con amigos en una terraza. A mi hermana y a mí nos gusta juntar a nuestros amigos y llevábamos sin poder hacerlo todo este tiempo, claro. Así que por fin nos juntamos nueve, entre amigos suyos y míos, a tomar unas cervezas y unos tintos de verano en una terraza, recuperando poco a poco la vida cotidiana.

Se retira Aduriz, una leyenda del Athletic de Bilbao y del fútbol español. Jugadores como Aduriz hacen que el fútbol sea más de verdad. Y en un mundo como el de hoy, cualquier persona que consiga que cualquier cosa sea más de verdad es una persona a la que hay que estar muy agradecido. En su despedida, al hablar de la final de Copa que no podrá jugar, aseguró lo siguiente: "el equipo hubiera sido peor conmigo". Sobran las palabras. 

El lunes fui a una terraza cerca de casa con Oli. Vimos alguna escena de reencuentros pero una especialmente entrañable. Unos abuelos que se reencontraban con sus nietos. La señora era para darla un abrazo detrás de otro. Se le iluminaban los ojos y nos miraba a Oli y a mí y nos explicaba: "es que no nos hemos visto nunca". A la parte irracional de mí le divirtió mucho pensar que realmente esos dos señores no conocían de nada a la pareja joven y a los dos niños con los que estaban sentados en la mesa.

Con tanta mascarilla por la calle y en el autobús y en el metro me acordé de lo que decía Oscar Wilde, que si le dabas una máscara a un hombre te dirá la verdad. Quizá con la mascarilla nos sintamos protegidos y nos volvamos todos más sinceros, yo que sé.

El sábado 6 de junio abre sus puertas de nuevo el Museo delPrado. Tengo muchas ganas de volver a mi vida normal, de volver a un lugar que tantas cosas buenas me ha traído, de ver a mis compañeros y abrazar a los que se dejen, y de volver a estar rodeado de cuadros y resolver dudas a los visitantes.

Ayer busqué el verano por primera vez este año. Yo es que me paso la vida buscando el verano. Para irme a dormir la siesta, bajé bastante las persianas y dejé abierta la ventana para que pasase un poco de aire. Busqué una siesta de verano, que son las más felices de todas, con esa luz especial que tienen las habitaciones en las tardes de verano.

jueves, 21 de mayo de 2020

"Prolijo y complicado" es nombre de grupo indie


El cielo de Madrid desde el confinamiento del coronavirus

Al ver las imágenes de las cacerolas en unos barrios y las colas del hambre en otros, me vinieron a la cabeza unas palabras de Holden Caulfield en El Guardián entre el centeno. Un profesor le dice que la vida es una partida y Holden piensa que "de partida un cuerno. Menuda partida. Si te toca del lado de los que cortan el bacalao, desde luego que es una partida. Pero si te toca del otro lado, no veo dónde está la partida. En ninguna parte. Lo que es de partida, nada".

En un paseo, escucho a una adolescente decirle a sus amigas "no os conté mi bochorno en Pachá", y luego dijo algo de una cachimba. Supongo que el bochorno era ese, estar en un sitio como Pachá y sentarte en un sofá a fumar cachimba, digo yo.

Algunas noches, tarde, desde el sofá, veo pasar el 149 por mi calle y me da mucha pena. Lo peor es que no puedo explicar bien por qué me pasa. Creo que a veces algo te da mucha pena y por mucho que te esfuerces no sabes el motivo y es mejor dejarlo así.

Un buen amigo tiene una historia bonita de amor con una chica. Ella ha estado viviendo en el extranjero durante los últimos tiempos. Por fin, pudo volver a España hace poco. Y justo en ese momento empezó el coronavirus. Viven en distintas provincias, así que llevan sin poder verse todos estos meses. Pienso en todas las historias de amor que comenzaban y que se han visto paradas temporalmente. 

En una entrevista en El País, Yolanda Díaz, Ministra de Trabajo, hace hincapié en la importancia de las relaciones personales a la hora de lograr acuerdos. Me gusta mucho que lo diga porque es algo con lo que yo tengo una buena pedrada. Si tú te llevas bien con alguien, es más fácil que puedas entenderte con él aunque penséis distinto. Siempre he oído que en la Transición había buenas relaciones personales y que eso ayudó mucho a que se consiguiese todo lo que se consiguió. Durante los últimos años yo decía mucho medio en broma medio en serio que si Rajoy y Mas se hubieran ido de cañas en su momento no hubiera pasado nada de lo que pasó.

Relacionado con esto, se me ocurrió una idea que quizá os parezca una locura, a ver. Al ver las imágenes de personas protestando delante de la casa de Pablo Iglesias y de Irene Montero, pensé que sería un auténtico golpe de efecto que saliese Iglesias y invitase a uno o dos de los que estaban ahí a pasar a su casa a tomar un café o una cerveza. Yo siempre tengo en mente a Mandela. Y Mandela se metía en el bolsillo a sus enemigos por gestos así. Personas que querían ver muerto a Mandela se rendían a él después de pasar un rato en su compañía.

A mí me fascinan los que piden libertad y aseguran estar oprimidos en plena calle, sean de la ideología que sean. Sin embargo, tienen talento. Quiero decir que consiguen que haya gente que les crea. Yo salgo con Oli y mis amigos a la calle y nos ponemos a decir que estamos oprimidos y es que creo que nos mandan confinados a casa un año por el ridículo espantoso que haríamos. Lo que pasa es que hay que creerse que de verdad estás oprimido, y eso a mí no me pasa. No en la España de 2020.

Salinger montó un pollo de mucho cuidado por una coma. Lo contó el editor de The New Yorker William Maxwell en una entrevista. En el momento de ir a ser imprimido, un corrector le dijo a Maxwell que pensaba que en una frase de un relato debía haber una coma. Maxwell intentó ponerse en contacto sin éxito con Salinger y apoyó la decisión de colocar la coma. Cuando Salinger leyó el relato y se encontró con la coma entró en cólera y armó un gran escándalo. Yo lo entiendo. Si yo no he puesto una coma ahí, no vayas tú y me la pongas. Los detalles son importantes, siempre.

Esta semana y la anterior son las semanas en las que se tenía que haber visto un rebrote muy grave del coronavirus. Todo esto según los que se pasaron los días acusando a los españoles de "irresponsables". Resulta que los datos no han demostrado nada de eso que decían los amigos del #todomal. La evolución sigue siendo buena. Aún así, cada día, tienes que leer comentarios del tipo "así no saldremos nunca" porque hay gente que es irreductible a la realidad. Son gente que a las once de la noche te dicen que no es de noche, que es de día, que cómo no puedes ver el sol.

Oli cuida de mí. Cuando salimos a pasear estos días intenta que antes de las nueve estemos en casa para que no me cruce con ninguno de los de las cacerolas. Y si estamos en casa, un poco antes de las nueve me manda a hacer la cena para que esté distraído y no escuche el ruido de la calle. Un poco como Good bye Lenin, que no se entere el pobre de la que hay liada ahí fuera.

Leo en una entrevista a Javier Solana, presidente del Patronato del Museo del Prado, asegurar que para la reapertura del museo hay que "preparar al personal" y que el plan es "bastante prolijo y complicado". Y al leer esto, me viene a la cabeza de repente que "Prolijo y Complicado" sería un maravilloso nombre de grupo indie. A veces me vienen cosas así a la cabeza.

Estoy muy enganchado a la serie Baron Noir. La primera vez que oí hablar de ella fue a Errejón. Después, he sabido que mis padres también la han visto. Es una maravilla. Cada capítulo te impresiona de alguna manera. Es francesa y trata sobre intrigas políticas en el partido socialista francés. Hay un tío ahí, el protagonista, que se pasa la vida conspirando, es agotador, no para nunca. He leído que ha sido la serie preferida de algunos políticos durante el confinamiento, Pedro Sánchez incluido.

El gobierno de Holanda recomienda a los solteros buscar un compañero sexual para pasar el confinamiento. A mí me parece un poco lío esto porque no sé cuál es el nivel de confianza para ir y decirle a alguien si quiere ser tu compañero sexual para el confinamiento. ¿Y es sólo para el confinamiento? ¿O puede seguir después? También hablan de un compañero para dar abrazos. Yo supongo que los holandeses y holandesas se pondrán como locos a buscar compañeros de abrazos, estoy convencido.

Descubro una canción de esas que te alegra el día aunque tú no quieras que una canción te alegre el día, que son quizá las canciones más necesarias de todas. Como esas personas que te pillan enfurruñado y te saben sacar de ahí. Se titula Con mi voz y es del grupo Mäbu. Hay un momento de la canción en el que incluso me río cada vez que lo escucho porque la cantante hace cosas graciosas con la voz. Además, tiene una frase que me gusta mucho y me gustan las frases que son latigazos en mitad de canciones alegres. La frase es "no puedo darle todo a quién no quiera".

jueves, 14 de mayo de 2020

La vida sigue y tú no vas a vomitar

Los paseos de las ocho por Madrid en época del coronavirus
Los paseos de las ocho por Madrid en época del coronavirus

Con los paseos ha vuelto la maravillosa sensación de volver a casa. La de haber estado dando una vuelta fuera, aunque no sea mucho tiempo quizá, y llegar a casa y poder decir "qué gusto", que es algo que a mi madre siempre le ha gustado mucho decir, sobre todo cuando volvíamos de vacaciones. Aquí no estamos volviendo de ningunas vacaciones, pero aún así me gusta tener esa sensación de volver al hogar.

Creo que tengo candidata a la frase más triste de todo el confinamiento. Se la dice Santi Balmes, cantante del grupo Love Of Lesbian, a Sara Navas en esta entrevista. Al ser preguntado por lo que hará cuando esto acabe, Balmes responde que "voy a ir a Barcelona, me voy a sentar en una terraza y alguna lágrima caerá encima del café". Planazo. Por favor, Santi, dinos algo más alegre. Además que nunca entenderé esa manía que tienen muchos catalanes con quedar a "hacer un café". Se queda a tomar cervezas, no a "hacer un café".

A propósito de lo de llorar, leo un tuit en el que alguien declara estar volviéndose un cínico con todo esto. Me identifico con lo que dice. Me refiero a que estamos viendo un derroche de sentimentalismo barato que pone de los nervios. Me tengo por una persona sensible, pero no puedo con tanto azúcar, de verdad. Todos los anuncios de tele son de lo mismo. Y que alguien le diga a los músicos que nadie les obliga a hacer una canción sobre el coronavirus, porque es que a lo mejor no lo saben.

Leo una entrevista que me gusta mucho con un escritor al que no conocía. Se llama Héctor Abad Faciolince. Ha sacado ahora un libro con sus diarios que seguramente me compre. En la entrevista dice muchas cosas interesantes. Me la he releído varias veces. Cuando algo me gusta soy muy compulsivo. Me quedo con lo que dice cuando afirma que "un escritor de novelas debe vivir. Estar rodeado de libros es bonito, pero si no vives, si las lecturas no las combinas con la calle, el cuerpo, el amor, la muerte, la enfermedad, la insatisfacción, el fracaso...". Me gusta que un escritor anime a vivir porque no siempre ocurre. Elvira Lindo se metía el otro día en su artículo con los escritores que están diciendo en muchas entrevistas que ellos ya estaban acostumbrados al confinamiento.

En estos momentos de crisis mundial, recordé a Kafka. El 2 de agosto de 1914, recién iniciada la I Guerra Mundial, el escritor anotó lo siguiente en sus diarios: "Hoy Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar". Siempre se me ha quedado grabada esta frase de Kafka porque me parece una forma de decirle al mundo que tú sigues con tu vida pase lo que pase. Me gusta ese mensaje de que la vida cotidiana continúa por encima de todo.

A Inés Arrimadas le dijeron de todo los ultras por apoyar al Gobierno en la prórroga del Estado de Alarma. Alguien recordó en Twitter una frase de David Trueba que decía que "qué sería de la vida sin los insultos de la gente que nos tiene que insultar". Me parece una gran frase que se puede aplicar muy bien a este momento y en general a la vida política española. Que los ultras te insulten debe honrarte, a ver si lo entendemos de una vez. Tratar de ser cauteloso para no ofender a los ultras suele acabar mal.

El viernes pasado vi a un grupo de gente en la calle mirando un altavoz. Desde el altavoz salía el Nessum Dorma. Menuda panda de chiflados. Yo supongo que el pobre señor colocó el altavoz en la ventana porque le apetecía, sin más. Y puso el Nessun Dorma a todo volumen porque era su manera de pasar el viernes noche, y yo en cómo pasa una persona un viernes noche no me meto, es algo muy personal. El caso es que las personas miraban desde la calle al altavoz como si fuese éste el que cantase. Lo peor es que al terminar se pusieron a aplaudir, menudos tarados. Tuve ganas de decirles que estaban tarados, pero no se lo dije porque Holden dice que a los tarados les revienta que alguien les diga que están tarados.

Este fin de semana vuelve la Bundesliga, la liga alemana. Éste ha sido un pensamiento muy recurrente en mi cabeza durante esta semana. Hace años que no veo partidos de ligas extranjeras, pero tengo tanta necesidad de fútbol que el sábado me sentaré a ver el Borussia-Schalke como si me fuese la vida en ello. Supongo que los futboleros tendremos que volver a escuchar que vuelve el opio del pueblo y esas cosas. Pero es que no es verdad. Puede gustarte el fútbol y estar comprometido con la sociedad. Incluso puedes terminar de ver un partido y ir y decir que "la hegemonía se mueve en la tensión entre el núcleo irradiador y la seducción de los sectores aliados laterales. Afirmación-apertura". Hasta se puede ser del Madrid y de izquierdas, imaginaros, que hay mucha gente que piensa que no.

Escuché a Pedro Sánchez decir que teníamos que mantener la distancia social con los seres extraños que nos cruzásemos por la calle. Eso es algo que yo ya hacía de antes. Tal vez el único problema que tengo yo es que pongo el baremo de "ser extraño" muy bajo. Entonces a la mínima yo ya voy y me cambio de acera. Al hablar de seres extraños, me acuerdo de la anécdota de mi padre en Berlín. Él viajó solo a la capital alemana antes de que cayese el muro. Al estar en la parte del este, en una calle, unos judíos le empezaron a hacer señas desde un local. Al parecer les hacía falta una persona para rezar. Mi padre se largó de allí porque consideró que eran unos seres extraños. Es que no me extraña. No sé por qué cuento esto, yo creo que venía a cuento, aunque esto depende de cada uno.

He visto la serie de la que tanta gente habla, Unorthodox. No me llamaba mucho, pero me animé al ver que eran solo cuatro capítulos. Y me gustó mucho, la verdad. Cuenta la historia de una comunidad de judíos ultraortodoxos en el barrio neoyorquino de Williamsburgh. Te quedas alucinado porque es una auténtica secta.

Hay una escena que me gustó mucho. La protagonista se escapa a Europa, a Berlín en concreto. Allí está en un bar con unos amigos que ha hecho y está comiendo un sándwich. Al enterarse de que es de jamón, sale corriendo fuera y se apoya en un árbol para vomitar. Pero no lo hace. Vuelve y le explica a su amiga que es que siempre había pensado que si comía jamón vomitaba. Me pareció ilustrativo de lo importante que es recibir una buena educación. Me hizo pensar también en las creencias que a veces tiene uno sobre sí mismo basadas en premisas equivocadas. Lo que trato de decir es que te puedes pasar la vida alimentando miedos infundados, hasta el punto de que te crees que si te pasa determinada cosa o haces algo que te da miedo vas a vomitar y de repente vas, lo haces, y descubres que no vomitas.

La otra serie que he visto es Run. El punto de partida me encanta. Un chico y una chica se dicen, con veinte años, que si más adelante en la vida a uno de los dos le iba mal escribiría al otro un mensaje en el que pusiese "RUN". Y si el otro contestaba con "RUN" se verían en la mítica estación Grand Central de Nueva York para coger el primer tren que saliese a las 17.30 tuviese el destino que tuviese. Pues resulta que se mandan el mensaje y se meten en un tren que va a Chicago y tiene dos paradas cortas de veinte minutos. Una es en Pittsburgh y otra en Cleveland. Yo pensé si aprovecharía esas paradas para bajarme a soltar las piernas. A veces pienso esas cosas. Y llegué a la conclusión de que en Pittsburgh no porque no me fiaría un pelo, pero que en Cleveland sí, sin duda, me bajaría tranquilamente a estirar las piernas y luego subiría de nuevo al tren. Supongo que hay gente que se bajaría en Pittsburgh y jamás se bajaría en Cleveland y los habrá que se bajarían en las dos y que no se bajarían en ninguna. Esto va en los gustos de cada uno. La serie está muy bien, que casi se me olvida decirlo.

jueves, 7 de mayo de 2020

Diarios del Confinamiento X: entre Formentera y Malasaña está el paraíso


Pasear por Madrid cuando se acaba el confinamiento
La felicidad de volver a las calles de Madrid


Nunca me hubiera imaginado queriendo vivir en Formentera hasta que el lunes por la mañana escucho a un tío en la radio que dice que se está tomando un café en una terraza al sol. Esos privilegios de la fase uno.

No sé vosotros, pero yo estoy muy nervioso por lo de las fases. Madrid ha pedido pasar a la fase 1 porque debe haber un coach por ahí diciéndoles que hay que atreverse a lo imposible y todo eso. A mí me divierte mucho los piques que puedan producirse entre ciudades y pueblos vecinos. Quiero decir que si por ejemplo Huesca pasa a la fase 1 y Zaragoza se queda en la 0, los de Huesca se podrán reír mucho de los de Zaragoza.

Por fin hemos vuelto a las calles. Oli y yo hemos salido todos los días desde el sábado. El primer día salí a correr y llegué hasta la Puerta del Sol. Los entusiasmos son peligrosos y a veces se pagan. No he podido volver a correr ningún día de las agujetas que tengo. Volviendo de Sol, me encontré en Fuencarral con Virginia, amiga de Oli. Virginia es de esas personas que dejan siempre alegría. Quiero decir que tú te despides de ellas y durante un rato te sientes muy alegre y no sabes por qué. Pues es porque acabas de estar con una de esas personas.

Dos amigos a los que quiero mucho me dijeron que no habían salido de casa ni tenían intención de hacerlo. No era por miedo, era porque pasaban de salir. Es decir, a ti te encierran dos meses en tu casa y cuando te dicen que por fin puedes salir tú vas y te quedas en casa. Les dije que no lo podía entender. Y yo lo que no puedo entender casi siempre me saca de quicio. Oli siempre me dice que no puedo ver todo desde mi prisma. Pero es que mi prisma, en este caso, coincide con el de mucha gente que se ha echado a la calle harta de no poder salir. Para mí, no salir de casa es perderse la vida.

En los paseos tienes una sensación de irrealidad que es imposible quitarte de encima. Todo parece una ficción. De repente, a las ocho, todos salimos de casa y nos ponemos a pasear un poco como zombies, sin saber muy bien qué rumbo tomar. "Pero dónde vamos" "No lo sé, tú anda y ya está" puede ser el diálogo más repetido estos días.

En el paseo del martes me encontré con mi amigo Luis y su novia Maria Ángeles. Me hizo un montón de ilusión. Es el primer amigo al que veo después de todo esto. Se hizo rarísimo el no poder darnos un abrazo. No sé si voy a aguantar mucho sin poder dar abrazos a la gente que quiero, la verdad.

El martes fue un gran día. Me lo pasé casi entero en la calle. Y de manera legal todo, por supuesto. Se me acaba de hacer muy raro escribir esto que acabo de escribir. Si hace unos meses leo "me pasé el día en la calle y de manera legal" no hubiera entendido nada de nada. Por la mañana me fui hasta mi librería favorita en Malasaña, Tipos Infames. Podía haber esperado a la semana que viene, sí, pero es que soy un poco ansias y necesito volver a hacer cuanto antes todo lo que no he podido hacer en dos meses. Pequeñas metas que ir conquistando en cada fase. Lo siguiente, ver a la familia y la cerveza en una terraza. "Esto ya no es lo que era" tiene ahora un sentido positivo.

Las compras. Soy una persona a la que le gusta cargar de significado determinados acontecimientos. Por eso, me parecía que el primer libro que debía comprar después de todo esto tenía que ser uno especial, un libro que al comprarlo sintiese que, ya sí, todo está terminando y que supusiese una especie de celebración. Así que me compré un libro de Salinger que aún no tenía y del que me han hablado maravillas, Franny y Zooey. Dicen que Franny es tremenda. Me lo leeré este verano. Me compré también Suave es la noche, de Fitzgerald, porque no he leído nada suyo y creo que va siendo hora.

En esa lucha por conquistar pequeñas metas, el lunes empecé a hacer lo que más me gusta en esta vida: planes. Cogí el móvil y les pregunté a Iván y a Eliana que cuando quedábamos. Oli ya se agobiaba. El solo acto de preguntarle a unos amigos que cuándo quedábamos me sentó la mar de bien, en serio.

Mi amigo Iván ha montado un podcast con un amigo suyo en el que van entrevistando a gente de su entorno. Me parece una idea genial porque todos vemos a los famosos en videoconferencias en la tele contándonos su confinamiento, pero a mí me gusta más saber cómo lleva el confinamiento la gente normal y anónima.

Hay personas que creen que ando paranoico perdido con el coronavirus. Vamos a ver, yo sólo soy paranoico con que un psicópata entre en mi casa de noche y me descuartice. Creo que eso puede suceder, y tomo mis precauciones. Pero en cuanto al coronavirus, no soy paranoico. No lavo la compra, por ejemplo. Hay gente que vuelve de comprar, se ducha, lava la ropa y se pone a lavar la compra. Es decir, hay gente que compra un frasco de lentejas y va y lo lava con lejía, de verdad.

El lunes fue nuestro aniversario. Ocho años juntos. A mí siempre me ha gustado más este aniversario que el de boda. Me parece más auténtico. Porque de alguna manera, al recordar un comienzo, estamos recordando la incertidumbre que acompaña a todos los comienzos. Y es una incertidumbre bonita. Yo siempre he tenido una pedrada con las historias de cómo se conoció la gente. Me encanta conocer los detalles, las casualidades que llevan a dos personas a cruzarse. Aunque el día de la boda es bonito, me interesan más los comienzos.

En el caso de Oli y mío, yo pasé de no haber tenido novia nunca a de pronto decirle a mis padres que me iba un mes a vivir a casa de una chica que iba conmigo al máster. Así, de repente, una cosa de locos. Pero Oli siempre me decía que cuando volviese a Barcelona eso se acababa. Cuando la chica que te gusta te dice que lo vuestro tiene fecha de caducidad te pones muy triste. Pero mi amigo Álvaro me dijo algo así como que de mí dependía que cambiase de opinión. Digo algo así porque igual no me dijo nada parecido porque es que yo me invento cosas a veces. Holden decía que la gente se cree que las cosas tienen que ser verdad del todo. La gente en general es agotadora.
  
Qué importante es tener a alguien que te aguante. Que te apoye, que te entienda, que comparta tus opiniones, que tenga tus mismas aficiones, que se ría contigo o que te haga reír mucho. Todo eso está muy bien, pero son tonterías al lado de tener a alguien que te aguante en tus peores momentos, cuando no te aguantas ni a ti mismo.
  
Con toda la libertad, aunque en pequeñas dosis, que hemos recuperado, no le veo sentido a seguir hablando de confinamiento. Así que este texto será el último de los diarios del confinamiento pero, agradecido y animado por algunos de vuestros comentarios, voy a continuar escribiendo este diario. Lo único que espero es seguir estando a la altura.