La felicidad de volver a las calles de Madrid |
Nunca me hubiera imaginado queriendo vivir en Formentera
hasta que el lunes por la mañana escucho a un tío en la radio que dice que se
está tomando un café en una terraza al sol. Esos privilegios de la fase uno.
No sé vosotros, pero yo estoy muy nervioso por lo de las fases. Madrid ha pedido pasar a la fase 1 porque debe haber un
coach por ahí diciéndoles que hay que atreverse a lo imposible y todo eso. A mí
me divierte mucho los piques que puedan producirse entre ciudades y pueblos vecinos. Quiero decir que si por ejemplo Huesca pasa a la fase 1 y Zaragoza se
queda en la 0, los de Huesca se podrán reír mucho de los de Zaragoza.
Por fin hemos vuelto a las calles. Oli y yo hemos salido
todos los días desde el sábado. El primer día salí a correr y llegué hasta la
Puerta del Sol. Los entusiasmos son peligrosos y a veces se pagan. No he podido volver a correr
ningún día de las agujetas que tengo. Volviendo de Sol, me encontré en Fuencarral con Virginia, amiga de Oli. Virginia es de esas personas que dejan
siempre alegría. Quiero decir que tú te despides de ellas y durante un rato te
sientes muy alegre y no sabes por qué. Pues es porque acabas de estar con una
de esas personas.
Dos amigos a los que quiero mucho me dijeron que no habían
salido de casa ni tenían intención de hacerlo. No era por miedo, era porque
pasaban de salir. Es decir, a ti te encierran dos meses en tu casa y cuando te
dicen que por fin puedes salir tú vas y te quedas en casa. Les dije que no lo
podía entender. Y yo lo que no puedo entender casi siempre me saca de quicio. Oli
siempre me dice que no puedo ver todo desde mi prisma. Pero es que mi prisma, en
este caso, coincide con el de mucha gente que se ha echado a la calle harta de
no poder salir. Para mí, no salir de casa es perderse la vida.
En los paseos tienes una sensación de irrealidad que es
imposible quitarte de encima. Todo parece una ficción. De repente, a las ocho, todos salimos de casa y nos ponemos
a pasear un poco como zombies, sin saber muy bien qué rumbo tomar. "Pero dónde vamos" "No lo sé, tú anda y ya está" puede ser el diálogo más repetido estos días.
En el paseo del martes me encontré con mi amigo Luis y su novia Maria Ángeles. Me hizo un montón de ilusión. Es el primer amigo al que veo después de todo esto. Se hizo rarísimo el no poder darnos un abrazo. No sé si voy a aguantar mucho sin poder dar abrazos a la gente que quiero, la verdad.
El martes fue un gran día. Me lo pasé casi entero en la
calle. Y de manera legal todo, por supuesto. Se me acaba de hacer muy raro
escribir esto que acabo de escribir. Si hace unos meses leo "me pasé el
día en la calle y de manera legal" no hubiera entendido nada de nada. Por
la mañana me fui hasta mi librería favorita en Malasaña, Tipos Infames. Podía haber esperado a la semana que viene, sí, pero es que soy un poco ansias y necesito volver a hacer cuanto antes todo lo que no he podido hacer en dos meses. Pequeñas metas que ir conquistando en cada fase. Lo siguiente, ver a la familia y la cerveza en una terraza. "Esto ya no es lo que era" tiene ahora un sentido positivo.
Las compras. Soy una persona a la que le gusta cargar de
significado determinados acontecimientos. Por eso, me parecía que el primer
libro que debía comprar después de todo esto tenía que ser uno especial, un
libro que al comprarlo sintiese que, ya sí, todo está terminando y que
supusiese una especie de celebración. Así que me compré un libro de Salinger
que aún no tenía y del que me han hablado maravillas, Franny y Zooey. Dicen que
Franny es tremenda. Me lo leeré este verano. Me compré también Suave es la
noche, de Fitzgerald, porque no he leído nada suyo y creo que va siendo hora.
En esa lucha por conquistar pequeñas metas, el lunes empecé a hacer lo que más me gusta en esta vida: planes. Cogí el móvil y les pregunté a Iván y a Eliana que cuando quedábamos. Oli ya se agobiaba. El solo acto de preguntarle a unos amigos que cuándo quedábamos me sentó la mar de bien, en serio.
Mi amigo Iván ha montado un podcast con un amigo suyo en el que van entrevistando a gente de su entorno. Me parece una idea genial porque todos vemos a los famosos en videoconferencias en la tele contándonos su confinamiento, pero a mí me gusta más saber cómo lleva el confinamiento la gente normal y anónima.
Hay personas que creen que ando paranoico perdido con el
coronavirus. Vamos a ver, yo sólo soy paranoico con que un psicópata entre en
mi casa de noche y me descuartice. Creo que eso puede suceder, y tomo mis
precauciones. Pero en cuanto al coronavirus, no soy paranoico. No lavo la
compra, por ejemplo. Hay gente que vuelve de comprar, se ducha, lava la ropa y
se pone a lavar la compra. Es decir, hay gente que compra un frasco de lentejas
y va y lo lava con lejía, de verdad.
El lunes fue nuestro aniversario. Ocho años juntos. A mí
siempre me ha gustado más este aniversario que el de boda. Me parece más auténtico. Porque de alguna manera, al recordar un comienzo, estamos recordando la incertidumbre que acompaña a todos los comienzos. Y es una incertidumbre bonita. Yo siempre he tenido una pedrada
con las historias de cómo se conoció la gente. Me encanta conocer los detalles,
las casualidades que llevan a dos personas a cruzarse. Aunque el día de la boda
es bonito, me interesan más los comienzos.
En el caso de Oli y mío, yo pasé de no haber tenido novia
nunca a de pronto decirle a mis padres que me iba un mes a vivir a casa de una
chica que iba conmigo al máster. Así, de repente, una cosa de locos. Pero Oli
siempre me decía que cuando volviese a Barcelona eso se acababa. Cuando la
chica que te gusta te dice que lo vuestro tiene fecha de caducidad te pones muy
triste. Pero mi amigo Álvaro me dijo algo así como que de mí dependía que
cambiase de opinión. Digo algo así porque igual no me dijo nada parecido porque
es que yo me invento cosas a veces. Holden decía que la gente se cree que las
cosas tienen que ser verdad del todo. La gente en general es agotadora.
Qué importante es tener a alguien que te aguante. Que te
apoye, que te entienda, que comparta tus opiniones, que tenga tus mismas
aficiones, que se ría contigo o que te haga reír mucho. Todo eso está muy bien,
pero son tonterías al lado de tener a alguien que te aguante en tus peores
momentos, cuando no te aguantas ni a ti mismo.
Con toda la libertad, aunque en pequeñas dosis, que hemos
recuperado, no le veo sentido a seguir hablando de confinamiento. Así que este
texto será el último de los diarios del confinamiento pero, agradecido y
animado por algunos de vuestros comentarios, voy a continuar escribiendo este
diario. Lo único que espero es seguir estando a la altura.
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