Por fin he vuelto al Museo, que yo siempre digo que es como
un cole, así que podría decir perfectamente que he vuelto al cole. Me ha
alegrado mucho volver a ver a la mayoría de los compañeros. Aún faltan por incorporarse algunos. Volver a la vida
normal, comer pronto, salir de casa para ir a trabajar, coger el 27, estar en
las salas, cruzarte con compañeros, volver a ver los cuadros, atender a los
visitantes, volver a casa y contarle a Oli las historias de la tarde. Son
muchas pequeñas cosas que a uno le hacen feliz y que ha echado mucho de menos
durante todos estos meses. Necesitaba volver. Si tuviese que decir algo negativo, diría que las pantallas, que tenemos que llevar junto a las mascarillas, hacen que la comunicación sea un tanto rara. Entre eso y que no podemos casi tocarnos, es como si nos relacionásemos a un cincuenta por ciento de nuestras capacidades o incluso menos. Y yo soy del cien por cien.
Una compañera a la que tengo mucho aprecio ha empezado a
leerse El Guardián entre el centeno. Me mandó una foto del libro y noté que me
puse nervioso. Creo que me ocurre cada vez que alguien me dice que se lo va a
leer. Y cuanto más aprecio tengo por la persona más nervios me entran. Siempre
me da un miedo horrible que no les guste. Uno de mis mejores amigos suele
reírse porque se lo regalé y se ríe de Holden. Mi prima Carlota lo leyó y
también solemos reírnos porque me dijo que no trata de nada. Que no trata de
nada es algo que dicen muchas personas que lo han leído. Pero es que no es
verdad, al revés, trata de todo.
Abrirán las discotecas pero no se podrá bailar
en ellas. Por mí, perfecto. Nunca he bailado en una discoteca. He hecho el
paripé, eso seguro, pero bailar no. Y también me he dejado la voz gritando
canciones con amigos. Mis amigos y yo no solemos bailar en las discotecas. Siempre
digo que en Madrid los tíos no solemos bailar mucho en los bares o en las
discotecas. Por eso mi sorpresa cuando, en los veranos en Calafell, veía a mis
amigos de Barcelona bailar como si no hubiese un mañana. Que les miraba y
pensaba: pero qué os pasa, pero qué hacéis, dejad de hacer eso. Y este
pensamiento mío de que en Madrid no se baila y en Cataluña sí se confirmó
cuando vi la peli de Ocho apellidos catalanes cuando el personaje de Berto
empieza a bailar con sus amigos catalanes de una manera totalmente ridícula. Al ver la
escena pensé: por fin lo confiesan.
Hoy vuelve la Liga, por fin. Lo hace con un Sevilla-Betis
que vería si estuviese en casa, pero he quedado para tomar algo y no creo que
lo vea. Volver al trabajo, volver a ver a la familia, a los amigos, que vuelva
la Liga. Todo lo que sea recuperación de la normalidad perdida me pone de muy
buen humor. Tengo ganas de volver a escuchar Tiempo de Juego narrando goles y
vuelvo a pensar el mérito que tienen por haber estado haciendo el programa
durante estos tres meses sin nada de deporte convirtiéndose en un programa
informativo y de entretenimiento que me ha acompañado en muchas tardes de
sábado y domingo de confinamiento. Ahora les toca disfrutar y contar goles.
Yolanda Barambio, de El Tintero Editorial, la editora con la que estoy trabajando en
la corrección y la edición de la novela, me ha mandado el primer capítulo con
todas sus correcciones y aportaciones. Y me han encantado, porque me han hecho
ver cosas de una manera más clara que por mí mismo no habría sabido ver y de
verdad que creo que gracias a su ayuda va a quedar un buen libro que espero que
os guste cuando podáis leerlo. Me ilusiona mucho todo este proceso. No os lo
voy a retransmitir semana a semana porque podría ser aburrido, pero el primer
capítulo siempre es especial.
Leí una entrevista muy extensa con Errejón. Tanto, que la
leí durante varios días. Decía muchas cosas que no entendí. Pero las hubo que
sí. Y de todas, me quedo con una afirmación: "la izquierda española no
puede ser la única izquierda del mundo sin patria". Y tiene toda la razón.
De alguna manera la izquierda en nuestro país tendría que darle una vuelta a su
relación con los símbolos nacionales. No sé cuál podría ser esa relación, pero
creo que Errejón acierta al decir eso. Y ojo, que reivindicar la patria no es
poner la bandera y ya, sino asociarla a conceptos como libertad, igualdad, fraternidad,
justicia social, educación, republicanismo, ciudadanía. Es lo que pienso.
"Democracia, pornografía, droga, ¿qué se yo? Habrá
grandes locuras pero ninguna de ellas será fatal para España”. Fue la respuesta de Franco a un general americano que Nixon mandó a entrevistarse con Franco en
el final del franquismo para sondear qué es lo que podía ocurrir en nuestro
país a la muerte del dictador. Efectivamente, hubo grandes locuras llamadas
democracia, libertad e igualdad. Y también pornografía y droga, también. España
se volvió loca, desde luego que sí. Bendita locura.
Recibo un email de un centro comercial de Nueva York,
Century 21, con las medidas tomadas para proteger a los
clientes. Me lo mandaron porque estuve allí hace ocho años, me di de alta en el wifi, y nunca me he dado
de baja porque así me siento neoyorquino de vez en cuando cuando me mandan
alguna cosa. Por cierto, que lo primero que hubiese hecho el primer día de
acabar el confinamiento en Nueva York supongo que no haría falta que os lo
dijese, pero por supuesto me hubiese ido a ver a los patos del lago de Central
Park para ver qué tal habían pasado el confinamiento, si es que estaban ahí y
no se habían ido a otro lado, claro. Con los patos de Central Park uno nunca sabe.
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