jueves, 30 de julio de 2020

Con agua y a dormir


Paseo del Prado una tarde de verano en Madrid

Leo que los ayuntamientos catalanes, encabezados por Colau, le piden al Conseller de Educación que mantenga las becas comedor para el verano, pero Josep Bargalló se niega porque dice que esas becas son para el curso escolar y no para el verano. Recuerdo que en Inglaterra el gobierno de Boris Johnson quería hacer lo mismo y gracias a una campaña del futbolista Marcus Rashford acabó echándose atrás. Ojalá Piqué hiciese lo que hizo Rashford, pero no creo, porque él solo se mete en política para hablar de Cataluña, los temas sociales como la pobreza infantil ya tal. Es preocupante la carencia que tienen tantos futbolistas aquí en España para ser altavoces de denuncias sociales. No son conscientes de lo que podrían conseguir prestando su apoyo a determinadas causas.

Los visitantes que vienen al Museo del Prado te preguntan siempre si no está El Jardín de las Delicias. Entiendo que es una gran ausencia y la decepción que sienten cuando les dices que no está expuesta. Pero es que hay épocas de la vida que son perfectas y en las que todo va bien y hay épocas en las que algo no te acaba de encajar, porque igual arrastras alguna pena que no se va. El Museo del Prado con todas sus salas abiertas es esa época de la vida en la que nada te falla. Ahora al Museo le falla eso, que tiene salas cerradas y no se puede ver El Jardín de las Delicias. Pero no porque algo falle deja de merecer la pena. Nunca es así. De lo que falla se aprende, siempre.

Se casó mi tío y me hizo mucha ilusión porque además tuve la oportunidad de ser testigo. Mi primo Renzo, al acabar la concejala de leer los artículos que hay que leer, tuvo a bien informarla de que mañana se iba a Calafell. Nos reímos mucho. Después nos tomamos un aperitivo en Rosales y descubrí que podría estar hablando toda una tarde con mi primo Renzo, de seis años, sobre tiburones. Lo sabe todo sobre ellos el tío.

Cuanto más vivo, más miedo tengo a expresar algo que pueda herir por dentro a alguien. Nunca sabes las experiencias y por lo que ha pasado una persona hasta llegar al día de hoy. Con los años me he vuelto cada vez más prudente y aún así estoy seguro de que sigo metiendo la pata en más de una ocasión.

El otro día vi que Alsa era tendencia en Twitter y me acordé de cuando trabajaba gestionando reclamaciones de viajeros de esta compañía. En concreto, recordé a la mujer que puso una reclamación porque se había quedado encerrada en el maletero durante todo el trayecto entre El Escorial y Madrid. Fue a poner la maleta, se cayó dentro y eso se cerró. Y ahí se quedó la pobre mujer todo el trayecto. Yo lloraba de risa cuando leí la reclamación, en serio. Anda que me pasa eso a mí y voy a poner una reclamación, vamos, ni loco. Semejante bochorno y encima la tía va y pone una reclamación.

"Aquí solo amenazas y malas formas". Así recibió mi amigo Luis a una persona a la que metimos en un grupo de whatsapp hace unos días. Me hizo mucha gracia esa forma de explicarle a alguien las normas de un grupo. Ojalá hubiese un bar en el que a la entrada pusiesen ese cartel: "aquí solo amenazas y malas formas". Me tendrían ahí cada día.

Después de estar tomando cervezas y alguna copa con amigos el domingo en el Mirador del Arco de Cuchilleros, esa misma noche me escribe uno de los que había estado y me dice "estoy con agua y pronto a dormir". No eran ni las diez, por favor. Creo que es el mensaje más triste que me han escrito en muchísimo tiempo, de verdad.

Me molesta mucho cuando alguien me dice que determinado asunto no le afecta y que por lo tanto, no está entre sus preocupaciones. Me ocurrió en una conversación sobre Madrid Central. Pero da igual que sea sobre Madrid Central o lo que sea. A mí me han enseñado a desear el bien común, a que me preocupen las necesidades de otras personas aunque yo pueda gozar de una buena situación, a indignarme por una injusticia aunque no me vaya nada en ella. La indiferencia me hace hervir la sangre. Me parece que las páginas más negras de nuestra historia están llenas de indiferencia.

Es verano, y ha vuelto a las mañanas de La Sexta el mejor programa de la historia de la televisión: Crímenes Imperfectos. Qué maravilla. Además, al ser por la mañana, puedo verlo tranquilo sin tener miedo ni nada de eso. Yo miedo tengo de noche, porque por las mañanas los psicópatas no suelen hacer nada los tíos. Tampoco sé qué hacen. Pero no matan ni cosas de esas.

jueves, 23 de julio de 2020

Entre Fernando Simón y Natalia Verbeke


Fernando Simón visitó el Museo del Prado

Casi un mes sin escribir el diario. Tengo que reconocer que desde que volví a trabajar me cuesta más atender a todo. Intento aprovechar las mañanas lo mejor que puedo levantándome pronto, pero a veces no es suficiente. Aún así, trataré de volver a escribir semanalmente. Escribir una vez a la semana en el blog me ayuda a mantener la práctica de la escritura y también como desahogo para compartir algunas de las cosas que me han ocurrido y las reflexiones que me vienen a la cabeza. Escribir es cada vez más una necesidad que una afición.

En el museo, una tarde estaba vigilando una zona de ascensores. Solamente pueden utilizarlos personas que tengan alguna necesidad. Apareció una chica que aunque andaba un poco raro, lo hacía con total normalidad. Tuve dudas de decirle algo y al final acabé diciéndole, con amabilidad, que los ascensores eran solo para personas que tuviesen algún problema. Me sonrió, me explicó que tenía una enfermedad degenerativa y, entre risas, me contó que ahora no se nota mucho pero que en diez años seguramente sí. Me quedé callado mirándola sin saber que decir y me aparté para que subiese al ascensor. Su serenidad e incluso su humor a la hora de explicarme que tenía una enfermedad degenerativa me hicieron sentir mucha esperanza.

Otro día, siguiendo con el museo, vino de visita Fernando Simón. Desde que me enteré me puse nervioso. Ahora tenemos que controlar los aforos en las salas y me imaginaba que aparecía y tenía que decirle que no podía entrar a la sala hasta que se vaciase un poco. Pues ocurrió. En un momento dado, me giré y lo tenía a mi lado. Amablemente le pedí que esperase un poco. Se quedó esperando unos cinco minutos. Y os diré una cosa: es Natalia Verbeke la que tengo a mi lado esperando cinco minutos a entrar en la sala y no me pongo tan nervioso.

Los resultados de Bildu en El País Vasco provocaron tristeza en muchas personas. Lo entiendo. Incluso lo comparto. Pero es que creo que este país tiene un serio problema con su memoria histórica. Vamos a ver si me explico sin extenderme mucho. Cuando acabó el franquismo, muchos franquistas se incorporaron a la democracia. Y lo hicieron sin pedir perdón ni condenar los crímenes del franquismo. Me imagino que a las víctimas del franquismo se les revolvieron las tripas en esos momentos. Y ahora a todos se nos revuelven las tripas al ver a Bildu hacer política y con tantos votos sin haber condenado con firmeza los sanguinarios crímenes de ETA. Pero es que nos lo merecemos, por haber descuidado de una manera tan irresponsable la memoria de la historia de nuestro país y por no haber rendido cuentas con nuestro pasado más oscuro.

Te das cuenta de la importancia de las personas en tu vida en proporción a la alegría que te llevas cuando les ocurre algo bueno o el disgusto que sufres cuando les ocurre algo malo. Si ya vas y lo sientes en carne propia, entonces debes cuidar mucho a esa persona porque significa que tiene un papel fundamental en tu vida.

Relacionado con lo anterior, admiro muchísimo, y cada día más, a las personas que tienen una experiencia negativa y son capaces de sentir mucha alegría por lo bueno que les pase a otros. No digo que yo no sintiese alegría si alguien a quien aprecio me da una buena noticia si a mí antes me ha pasado algo malo, pero creo que me costaría. Y en cambio, hay personas que dejan lo suyo a un lado y les llena de ilusión que a ti te pase algo bueno, o incluso eso les ayuda a tener esperanza. Estas personas son pocas y merecen más que ninguna otra todo lo bueno que les pase.

Hoy se celebra el día del libro que no se pudo celebrar el 23 de abril. Así que, aunque sea un tanto atípico, feliz Día del Libro a todos. Disfrutemos de las librerías, pero no nos olvidemos de ellas el resto del año. Descubramos mundos, ampliemos conocimientos, viajemos donde nunca viajaremos, vivamos historias que no son nuestras como si lo fuesen, que vivan los libros, hoy y siempre.