Pues porque El Guardián entre el centeno es el mejor libro que existe. Porque Holden Caulfield es mi personaje preferido de la Literatura. Porque cuenta "una cosa de locos" que le ocurrió durante unas Navidades y logró hacer de una narración sencilla toda una obra de arte venerada generación tras generación.
El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger. Un libro de cabecera para miles de personas en todo el mundo. Una religión generación tras generación. Dejadme contaros un poco acerca de la historia que en él se cuenta. Se publicó en 1951 y narra las peripecias de un adolescente rebelde, Holden Caulfield, por la ciudad de Nueva York durante unas navidades. “Una cosa de locos que me pasó durante las Navidades pasadas”, en palabras del propio Caulfield, uno de los personajes más entrañables de la literatura universal. Se habla de sexo, de alcohol, se dicen palabrotas. Fue un libro prohibido en muchos institutos de Estados Unidos, no así en otros.
Es la historia del miedo a crecer que todos hemos experimentado, de un chaval que siente rechazo hacia casi todo y todos, excepto por su hermana Phoebe, a la que adora. El autor, Salinger, escribió esta obra, y ante su abrumador éxito, decidió recluirse por completo hasta el año 2010, ni más ni menos, cuando murió por causas naturales. No escribió más, no quiso que su novela se llevase al cine, se mostró siempre huraño ante los periodistas y no concedió ninguna entrevista.
Es el único libro que me he leído dos veces. Y de vez cuando lo cojo y me pongo a leer por cualquier página. Disfruto con cada línea. Es divertido, el lenguaje es coloquial, nada enrevesado, es corto y no paran de pasar cosas, por lo que te enganchas fácil y te lo puedes terminar rápido. Holden es un tipo único. Solamente alguien como él puede estar tan obsesionado con un tema. Su principal preocupación es la siguiente: ¿Dónde van los patos del lago de Central Park en invierno cuando el lago se congela? Aquí va el diálogo que yo puedo leer una y otra vez sin cansarme. El diálogo que, cuando leí por primera vez, no quería que terminase nunca porque sabía que no habría otra primera vez. Esto es un resumen:
“Pero, en fin, como les iba diciendo, subí al taxi, y pronto el taxista empezó a darme un poco de conversación. Se llamaba Howitz y era mucho más simpático que el anterior. Por eso se me ocurrió que a lo mejor sabía lo de los patos.
-Dígame, Howitz -le dije-. ¿Pasa usted muchas veces junto al lago del Central Park?
-¿Qué?
-El lago, sabe. Ese lago pequeño que hay cerca de Central South Park. Donde están los patos. ¿Sabe, no?
-Sí. ¿Qué pasa con ese lago?
-¿Se acuerda de esos patos que hay siempre nadando ahí? Sobre todo en primavera.
¿Sabe usted por casualidad dónde van en invierno?
-Adónde va, quién?
-Los patos. ¿Lo sabe usted, por casualidad? ¿Viene alguien a llevárselos a alguna parte en un camión o se van ellos por su cuenta al sur, o qué hacen?
El tal Howitz volvió la cabeza en redondo para mirarme. Tenía muy poca paciencia, pero no era mala persona.
-¿Cómo quiere que lo sepa? -me dijo-. ¿Cómo quiere que sepa semejante estupidez?
-Bueno, no se enoje por eso.
-¿Quién se enoja ? Nadie se enoja.
Decidí que si iba a tomarse las cosas tan a pecho, mejor era no hablar. Pero fue él quien sacó de nuevo la conversación. Volvió otra vez la cabeza en redondo y me dijo:
-Los peces son los que no se van a ninguna parte. Los peces se quedan en el lago. Esos sí que no se mueven. "
La historia de un adolescente que coge un taxi en Nueva York y no tiene otra cosa que preguntarle al taxista si sabe dónde van los patos de Central Park en invierno me parece sublime. Este diálogo es el que más recuerda todo el mundo que ha leído la novela. Hay muchos otros grandes momentos, pero este fragmento es el que lo dice todo de Holden Caulfield, de su creador, Salinger, y del mundo que les rodeaba. Un mundo en el que a nadie le importa dónde van los patos de Central Park cuando el lago se congela en invierno. Y eso es desolador, para Holden, que se siente profundamente incomprendido, y para el lector, que se siente identificado con esa sensación de desamparo. Todos hemos necesitado en algún momento que alguien nos asegurase que "los patos iban a seguir ahí", que nada iba a cambiar.
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